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De la enseñanza de la literatura a la educación literaria

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La formación del lector literario


La formación del lector literario




Sostiene el autor que los textos literarios son necesarios para el desarrollo completo del individuo. Para poder comprenderlos y disfrutar de ellos es necesaria la competencia literaria, de tal forma que, además de leer distintos tipos de textos, se tenga criterio para valorarlos. A esto hay que añadir el papel que desempeñan las nuevas tecnologías, ya que en nuestros días para que a alguien se le pueda considerar un lector competente debe dominar toda una serie de habilidades que le permitan discriminar y analizar la información disponible en la red.




Por  Pedro C. Cerrillo
Catedrático de Didáctica de la Literatura
CEPLI (Universidad de Castilla La Mancha)
El valor educativo de la literatura 
En el conjunto de la educación del hombre en una sociedad como la nuestra, dominada por la moderna tecnología y los medios de comunicación, ¿qué papel cumple la literatura? Aunque han sido muchas las propuestas de interpretación de la naturaleza de la literatura, algunas de las realizadas en los últimos años han coincidido al afirmar su valor educativo considerándola una vía privilegiada para acceder al conocimiento cultural y, con él, a la identidad propia de una colectividad. La literatura, como conjunto de historias, poemas, tradiciones, dramas, reflexiones, tragedias, pensamientos, relatos o comedias, hace posible la representación de nuestra identidad cultural a través del tiempo, a la vez que registra la interpretación que nuestra colectividad ha hecho del mundo, permitiéndonos escuchar las voces del pasado y conocer los progresos, las contradicciones, las percepciones, los sentimientos, las emociones o los gustos de la sociedad y de los hombres en diferentes épocas.
Sobre la incuestionabilidad del papel educativo de la literatura y de su función social, Darío Villanueva (1994:12) ha señalado que puede desempeñar un papel insustituible para la recta formación de los ciudadanos en el sentido «plural y democrático», pero al preguntarse con qué método y a partir de qué teorías, indica que:
«Quizá el método inmediato y urgente que debe ser rescatado para la enseñanza de la literatura sea el de la lectura: aprender a leer literariamente otra vez. Porque paradójicamente esa competencia se está perdiendo.»
Al margen de las teorías de la literatura, en los últimos años se han resaltado los valores de la enseñanza de la literatura desde posturas más generales y menos especializadas (Daniel Pennac en Como una novela) y desde posturas meramente escolares (Gianni Rodari en Gramática de la fantasía). Para las modernas corrientes de crítica literaria (teoría de la recepción, intertextualidad, semiótica, deconstrucción y estudios culturales), los planteamientos historicistas de la enseñanza de la literatura resultan demasiado limitados. Probablemente, lo que hoy se necesite, más que enseñar literatura, sea enseñar a apreciar la literatura, o, en todo caso, poner a los alumnos en disposición de poder apreciarla y valorarla. Además, la próxima adaptación de la enseñanza universitaria al nuevo espacio europeo de educación superior exige cambios en los planteamientos didácticos, ya que no es lo mismo «formar al alumno» que «transmitirle conocimientos»: en el caso de la literatura, no es igual preparar al estudiante para que pueda apreciar y valorar las obras literarias (receptiva e interpretativamente) que transmitirle conocimientos o informaciones sobre movimientos, estilos, autores y obras.
Si estamos convencidos del papel de la literatura en el desarrollo completo de las capacidades de la persona, admitiremos que los textos literarios son hoy más necesarios que nunca. Pero la enseñanza de la literatura requiere que el profesor ponga a los alumnos en contacto con los textos, facilitándoles el acceso a los mismos y formándoles para comprenderlos y analizarlos con espíritu crítico. 
La competencia literaria 
En la enseñanza/aprendizaje de la literatura, las teorías literarias formalistas y estructuralistas han sido desplazadas por los estudios que atienden a la totalidad del discurso, por un lado, y al receptor y a las condiciones en que se produce la comunicación literaria, por otro, imponiéndose así conceptos como el de competencia literaria, en el sentido de que el discurso literario exige una competencia específica para su descodificación, ya que usa un lenguaje especial, con capacidad connotativa y autonomía semántica.
La competencia literaria implica toda la actividad cognitiva de la lectura y mide el nivel de eficiencia del lector ante cualquier texto.
Para favorecer la adquisición de la competencia literaria, el profesor de Literatura debe plantearse una enseñanza de la misma que tenga como objetivo que el alumno aprenda a leer, a gozar con los libros y a valorarlos, es decir, a hacer posible la experiencia personal de la lectura, que, por su parte, conllevará un conocimiento cultural variado, un análisis del mundo interior y la capacidad para interpretar la realidad exterior.
Enseñar literatura es enseñar algo que, en sí mismo, es complejo y susceptible de variadas realizaciones y de múltiples interpretaciones. Esto dificulta la adquisición de la competencia literaria, que debiera ser la base de la enseñanza de la literatura. (Vid. Cuadro 1). La competencia literaria no es una capacidad innata del individuo, sino que es educable: se llega a adquirir con el aprendizaje, aunque dificultado por esa complejidad referida, que es una consecuencia de las implicaciones que para la recepción tienen numerosos aspectos que forman parte del propio hecho literario: la relación con el contexto, que la obra literaria sea oral o escrita, que pertenezca a un género literario o a otro, que se considere una obra canónica o clásica, etc. (Vid. Mendoza 1999: 27-28).

Cuadro 1


La competencia literaria no es una medida estándar ni única; en ella intervienen factores variados: desde los lingüísticos a los psicológicos, pasando por factores sociales, históricos, culturales o, por supuesto, literarios. Por ello, no es descabellado considerar el aprendizaje literario como la unión de una serie de factores que posibilitan la maduración personal, destacando, por sí misma, la experiencia lectora, entendiendo como tal también la que se produce en la etapa anterior al aprendizaje de la lectoescritura, en la que la literatura oral aporta una experiencia literaria que ayuda a formar un imaginario personal el futuro lector. Esa primera experiencia de lectura literaria es natural, y si, ya en el ámbito escolar, se complementa con otras que provoquen empatía con el nuevo lector, habremos dado los primeros pasos en la no fácil tarea de formar adultos lectores competentes, con capacidad para poder alcanzar la competencia literaria más fácilmente.
El profesor no debe olvidar que la lectura literaria posibilita la construcción de un mundo imaginario propio, dando respuesta así a la necesidad de imaginar de las personas, una necesidad básica en todas las edades del hombre. Además, al lector adolescente la lectura literaria le ayudará a captar ideas o sentimientos, a desarrollar la imaginación, a simular situaciones o estados de ánimo, a experimentar sensaciones o a viajar figuradamente a otros mundos.
Hoy, LA ENSEÑANZA DE LA LITERATURA tiene que:
·         Defender el atractivo de la lectura de la obra literaria en sí misma.
·         Aceptar las interpretaciones personales que cada receptor haga de la lectura de la obra literaria.
·         Concienciar sobre los valores formativos de la lectura literaria.
·         Trabajar simultáneamente lectura significativa y escritura significativa.
La caracterización del lector competente 
La sociedad del conocimiento, tan demandada en la actualidad como un objetivo a conseguir, debiera exigir la competencia lectora de todos sus ciudadanos. Un lector competente es capaz de acceder por sí mismo a los textos, puede leer diferentes tipos de textos y tiene criterio para interpretarlos y enjuiciarlos, con capacidad, además, para discriminar la abundante información que se le ofrece a diario en distintos soportes.
Como dice Eco (1985: 64-65), el código lingüístico no es suficiente para comprender un mensaje lingüístico; comprender todas las palabras de un texto no equivale a comprender el texto. El propio Eco señala que la competencia del destinatario (el lector) no es necesariamente la del emisor (el autor) y que los códigos de ambos pueden diferir. Algunos estudiosos (como Birkerts, 1999) ya se han referido a esa diferencia de códigos, percibida en las generaciones de estudiantes nacidos a partir de 1970 y procedentes en su mayoría de entornos privilegiados.
El autor cuenta con medios para diseñar las competencias de un lector modelo (la elección de lengua, conocimientos, léxico, marcas de género,…). Todos estos códigos puestos en funcionamiento por el emisor configuran el horizonte de expectativas que el receptor «modelo» de una obra literaria debe tener para poder comprenderla y valorarla. Ese horizonte de expectativas es un sistema de referencias en el que se unen tres factores que indican «qué preparación concreta espera el autor de sus lectores» (Jauss 1971: 76). (Vid. Cuadro 2)
Cuadro 2
Los tres factores que se unen en el Horizonte de expectativas del «lector modelo»
·         La experiencia previa que el lector tiene del género al que la obra pertenece (incluido el conocimiento de normas o leyes poéticas propias de ese género).
·          Las referencias a obras del mismo ambiente literario.
·         Los contrastes entre lenguaje poético y lenguaje estándar que se prestan a comparación por parte del lector consciente.
Cuando se impone un nuevo horizonte de expectativas «puede iniciarse un cambio del canon estético: el público juzgará anticuadas las obras que hasta ahora solían gozar de su éxito y les negará su favor» (Jauss 1971: 80). Pero el problema hoy no es el cambio de canon, sino el que se deriva de la dirección tomada por la evolución de las competencias y el cambio de horizonte de expectativas de los jóvenes lectores. Si aceptamos que una de las cosas que separan a estas generaciones de las anteriores es el peso de las nuevas tecnologías en su formación, entonces podemos considerar que un nuevo tipo de lector está constituyéndose bajo su influencia, lo que determina nuevas maneras de acceder a la información; será un lector que tendrá ciertas habilidades y competencias, pero que carecerá de otras, entre ellas, y en bastantes casos, la de discriminar, analizar e interpretar diversos tipos de textos –es decir, la competencia lectora– y que, además, difícilmente accederá a los textos literarios.
Esta situación afecta particularmente a los lectores jóvenes. Más que nunca los adolescentes de hoy viven en el ámbito del ciberespacio: están habituados a las nuevas tecnologías desde que son muy pequeños (y al mismo tiempo a gusto con ellas). Internet, ordenadores, móviles o vídeo-juegos forman parte de su cotidianidad. En virtud de este contexto de recepción, la lectura y la relación de los adolescentes con los libros pueden cambiar. Hace falta, por tanto, considerar esta situación e intentar proponer conceptos en torno al niño lector y a su relación con la literatura –también a su educación literaria– que sean adecuados para explicar y describir el nuevo estado de cosas.


Bibliografía

Elegía a Gutenberg. El futuro de la lectura en la era electrónica
Birkerts, S.
Alianza. Madrid. 1999

Lector in Fabula. Le rôle du lecteur ou la Coopération interprétative dans les textes narratifs
Eco, U.
Grasset. París. 1985

Literatura infantil y su didáctica
Cerrillo (Coord.), P.C. y García Padrino (Coord.), J.
Servicio de publicaciones de la Universidad de Castilla-La Mancha. Cuenca. 1999

La Historia Literaria como desafío a la Ciencia Literaria
Jauss, H. R.
 La actual ciencia literaria. VV.AA
Anaya. Salamanca.. 1971

Función de la literatura infantil y juvenil en la formación de la competencia literaria
Mendoza, Antonio
En Cerrillo, P. C. y García Padrino, J. (Coords.)
Ediciones de la UCLM. Cuenca.. 1999

Como una novela
Pennac, D.
Anagrama. Barcelona. 1993

Gramática de la fantasía
Rodari, G.
Ediciones del Bronce. Barcelona. 1996

Curso de teoría de la literatura
Villanueva, D.
Taurus. Madrid. 1994

La actual ciencia literaria
VV.AA.
Anaya. Salamanca. 1971